Primero que todo porque cualquier cosa puede pasar,
una enfermedad, un accidente inesperado, una pérdida de algún miembro de la
familia, un daño a algunas de nuestros activos o propiedades, además de
representar una tragedia emocional, pueden convertirse en una crisis económica
que pudo evitarse pero que no se creyó necesaria.
Nadie quiere especular o visualizar momentos
difíciles, pero debemos estar conscientes que hay situaciones imprevistas de la
vida que no podemos evitar con tan solo no pensar en ellas. Es muy importante
que consideremos que estos eventos desagradables pueden llegar a sucedernos en
cualquier momento y pueden afectar no solamente a nosotros, sino a nuestros
seres más queridos, nuestra empresa, nuestro trabajo, nuestra salud. Es acá
donde radica la importancia de contar con un seguro.
Un seguro es un sistema a través del cual, se
transfieren los riesgos desde una persona a una compañía de seguros. El seguro
es un contrato por el cual una de las partes (la compañía de seguros) se compromete,
mediante una cuota que le abona la otra parte (el asegurado), a reparar un daño
o cumplir con cierta prestación pactada si ocurre algún evento determinado.
Los seguros funcionan sobre el principio básico de:
trasladar el riesgo. Esto significa que es razonable tomar la responsabilidad
de realizar periódicamente pequeños pagos, frente a la posibilidad de una
pérdida o daño de gran tamaño. Es decir, en lugar de arriesgarnos a perder una
gran cantidad, es preferible pagar voluntariamente una cifra menor (el costo
del seguro), haciendo menor el riesgo.
Existen diferentes tipos de seguros, entre ellos:
los que cubren bienes materiales como auto, casa, negocio; los que cubren el
riesgo de fallecimiento de las personas; los que cubren gastos asociados a
eventos de salud de alto costo y accidentes; los que tienen una componente de
ahorro, responsabilidad civil, hipotecas, etc.